Si eres alguien que de vez en cuando recurre a la mentira, conoces tus propios límites. Sabes cuándo consideras aceptable decir una falsedad y cuándo sientes la necesidad de ser sincero. Sin embargo, aquí surge un dilema: nadie más tendrá idea de dónde trazas esa línea. Si te aventuras a mentir incluso en asuntos insignificantes, tu pareja se verá cuestionando cada palabra que pronuncies.

La explicación sobre por qué decides mentir resulta esquiva cuando intentas compartirla con tu pareja. Además, es igualmente difícil justificar esa elección. La pregunta crucial se plantea: si puedes mentir con tanta frecuencia y facilidad, ¿cómo se puede confiar en lo que dicen los demás? Esto desencadena un ciclo interminable de desconfianza.

En una relación, la seguridad se presenta como uno de los aspectos más fundamentales que buscamos. Anhelamos la certeza de regresar a casa con alguien que nunca nos causaría daño de forma intencionada. La seguridad en una relación implica tener claridad sobre lo que se puede esperar de la pareja. Cuando se recurre a la mentira, se desvanecen los cimientos de la confianza y la seguridad en la relación.

Si tienes la capacidad de mentir acerca de situaciones insignificantes o de adornar tus relatos para presentarte de manera más favorable, surge la interrogante: ¿cómo puede tu pareja confiar en ti cuando afirmas estar en determinado lugar o cuando pasas tiempo en secreto? ¿Realmente te encuentras donde dices que estás? La habilidad para distorsionar la verdad en asuntos pequeños plantea dudas considerables sobre la veracidad de tus afirmaciones más importantes, comprometiendo la confianza en la relación.

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La confianza

La piedra angular de cualquier relación es la confianza; sin ella, la conexión entre dos personas carece de fundamento. En esencia, la confianza constituye el elemento crucial que sustenta toda relación significativa.

Ya que tu pareja desconoce el punto en el cual decides ser honesto, nunca podrá prever qué esperar de ti en la relación. La incertidumbre en este sentido contrasta directamente con la sensación de seguridad. La falta de claridad acerca de qué esperar genera inseguridad, dando paso a sentimientos de enojo y celos en la dinámica de la relación.

Le comunicaste a tu esposo que invertiste €30 en tu nuevo bolso cuando, en realidad, su precio ascendía a €50. Quizás consideras que no es un engaño importante; recortas las etiquetas, desechas el recibo y te sientes segura. Sin embargo, el problema surge cuando él escucha, a través de un amigo, acerca de tu gasto excesivo, y todo se desmorona. Te resulta desconcertante su enojo; solo fueron €20, piensas. Pero para él, no es cuestión de la cantidad. Lo que le preocupa es descubrir qué más has ocultado.

Está convencido de que esta no es la única mentira, y desconoce qué más podría estar falseando en el futuro. Se cuestionará cada palabra que pronuncies, se preguntará si hay engaño de por medio. La explicación sobre por qué decides mentir se torna imposible. Si buscas una relación feliz, la clave radica en ser sincera.

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