Según un estudio del Pew Research Center, el 40% de las personas que inician una relación esperan casarse con su pareja. Sin embargo, la realidad es que solo alrededor del 20% de las parejas que se casan terminan divorciadas. Es importante tener expectativas realistas sobre la duración y el desarrollo de la relación. Como dijo la autora Brené Brown, "la conexión no es lo contrario de la soledad, es el remedio". Esto no significa que tengas que ser un pesimista; solo se trata de no esperar que tu pareja sea perfecta o que la relación no tenga sus baches. Recordar que ambos sois humanos puede salvaros de muchos malentendidos y chascos.

Antes de iniciar una relación con otra persona, es importante que te conozcas a ti mismo y sepas lo que quieres. Esto incluye saber cuáles son tus valores, tus intereses y tus objetivos en la vida. La psicóloga Esther Perel afirma que "el amor no es suficiente para una relación exitosa. Se necesita autoconocimiento, madurez emocional y la capacidad de comunicarse de manera efectiva".

Así que, antes de dar el gran paso, respira hondo, ajusta tus expectativas y prepárate para diferenciar entre el subidón del principio y el amor de verdad.

No todo es un cuento de hadas, mantén las expectativas

Cuando empezamos una relación, es fácil caer en la trampa de pensar que todo va a ser como en esas pelis de amor que nos ponen los pelos de punta, ¿no? ¿Cuántas veces has visto que a alguien le cante un flashmob en la calle declarando amor eterno? Lo sé, es un bajón, pero es que la vida real es otra cosa.

Entender que el inicio de una relación no es un cuento de hadas es crucial. Al principio, todo es risas, mensajes hasta las tantas y esa emoción de planear el próximo encuentro. Y oye, eso está genial, pero también hay que estar al loro con la realidad. Que sí, que es bonito, pero no todo el rato va a ser un camino de rosas.

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Por un lado, tenemos que lidiar con conocer realmente a la otra persona. Que no es solo lo que nos gusta, sino también sus manías, cómo aprieta el tubo de pasta de dientes (por el medio, ¡horror!) o cómo se deja los calcetines tirados. Y luego estamos nosotros, intentando mostrar nuestra mejor versión sin que se note mucho que también somos un poco desastre.

Ser totalmente sinceros

No estoy hablando de decir que te gusta el sushi cuando en realidad lo odias solo por quedar bien. Estoy hablando de esa sinceridad del alma, esa que te hace ser tú sin filtros.

¿Por qué es tan importante? Es simple: porque iniciar una relación con mentiras o medias verdades es como construir una casa en la arena. Puede que al principio todo parezca firme y bonito, pero al primer soplo de viento fuerte, adiós muy buenas. Ser honestos desde el principio nos ahorra un montón de líos y malentendidos en el futuro.

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Hablar con el corazón en la mano sobre lo que esperas, lo que te mola y lo que no, tus miedos y tus sueños, es como darle a la otra persona un poquito de ti. Y viceversa, claro. Escuchar y aceptar la sinceridad del otro es entender que te están invitando a conocer su mundo, con sus monstruos y sus hadas.

Pero ojo, que la honestidad no es solo soltar lo primero que te pasa por la cabeza sin pensar. No, no. Se trata de una comunicación sincera pero empática. Porque decir las cosas con respeto y cariño es tan importante como decirlas. Nadie quiere escuchar un "pues la verdad, tus bromas son malísimas" sin un poquito de tacto, ¿verdad?

Presta atención a la compatibilidad

A ver, que levante la mano quien nunca se ha preguntado si realmente encaja con esa persona que le hace sentir mariposas en el estómago. Esas mariposas son muy monas, pero vamos a hablar claro: la compatibilidad es la que manda. Porque, seamos sinceros, las mariposas son chulas al principio, pero no te van a ayudar cuando tengáis que decidir quién saca al perro bajo la lluvia o discutir sobre qué peli ver el sábado por la noche.

La gracia está en complementarse, en que las diferencias sumen y no resten. Es como el yin y el yang, ¿sabéis? Diferentes, pero juntos hacen un todo perfecto. Por eso, antes de tirarte de cabeza a una relación, merece la pena pararse a pensar en qué sintonizáis. ¿Tenéis los mismos planes de futuro? ¿Veis la vida de manera similar? ¿Y qué me decís de la forma de manejar los conflictos? Porque sí, esos momentos vendrán, y tener una base sólida de compatibilidad puede ser la diferencia entre superarlos o quedarse atascados.

Y no olvidemos los intereses y estilos de vida. Vale, no pasa nada si a uno le mola el heavy metal y al otro el reggaeton, pero si tus domingos ideales son haciendo maratones de Netflix y los suyos escalando montañas, pues igual hay tema. No es que uno sea mejor que el otro; simplemente, son diferentes. Y eso está bien, pero hay que ser realistas sobre cómo esos estilos encajan en la vida en común.

Disfruta de la relación, con paciencia

Una de las claves para disfrutar de verdad de una relación es la paciencia. Esa virtud que a muchos se nos olvida. Tener paciencia es darse cuenta de que lo bueno se cocina a fuego lento. Es disfrutar del ahora, de cada mensaje de buenos días, de las primeras citas, de descubrir qué os hace reír hasta llorar. La cosa es saborear esos momentos sin prisa, sin estar pensando en el siguiente paso antes de disfrutar del que estáis viviendo.

La idea es respetar ese ritmo, no forzar las cosas. Y sí, entiendo que a veces es difícil. Con las redes sociales bombardeándonos con historias de amor que parecen sacadas de un guion, es fácil sentir que nuestra relación va demasiado lenta o que "debería" ser de otra manera. Pero eso es justo lo que hay que evitar.

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Entonces, ¿cómo disfrutar del camino? Pues viviendo el presente. Centrándote en lo que estáis construyendo juntos aquí y ahora. Disfrutando de las pequeñas cosas, esas que al final son las que más cuentan. Porque si algo he aprendido es que las grandes historias de amor no son las que tienen un inicio explosivo, sino las que saben disfrutar de cada paso.

Así que ya sabes, dale a tu relación el tiempo que necesita para crecer y fortalecerse. Disfruta del proceso, con sus altos y sus bajos.

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